viernes, 11 de febrero de 2011

Sombras...





A

quella noche la luna que crecía en el oscuro e inmenso cielo, se derramó por los inmensos jardines, las transparentes aguas de la fuente de mármol, las amplias escalinatas y los innumerables ventanales de la mansión.
La delicada y entrometida brisa se coló por los ventanales de la majestuosa construcción y al igual que los plateados rayos de la luna, se dejó acariciar por la blanca seda que cubría los enormes cristales.
Caprichosa, quiso sentir el perfume de las doradas rosas que se erguían sobre la pequeña mesa de cedro que descansaba en un rincón de la habitación y empujó sin escrúpulo la ventana, permitiendo que la luna con libertad atrevida invadiera la oscuridad del recinto.
La brisa, la luna, y el aroma de los jazmines del jardín no fueron los únicos que penetraron en aquél recinto ésa noche...
Una joven mujer descansaba en el lecho de seda, sumergida en un profundo sueño no escuchó e l vuelo del pequeño animal herido que entró por la ventana para caer sobre el inmaculado lecho.
La pequeña hembra, derramaba gotas de espesa sangre sobre la enorme almohada blanca en la cual se desparramaba la oscura cabellera de la mujer.
Luego de descansar unos momentos, se arrastró impulsada por las moribundas alas, e inició su último vuelo hacia el balcón, en un intento de llegar a la belleza de la luna...
La pequeña criatura de la noche ya sin fuerzas, no pudo completar su vuelo, cayó al vacío hasta el jardín y expiró sobre una tumba de verde hierba.
Su muerte no tuvo recuerdo, por ella su especie no se habría perpetuado, la muerte la sorprendió sin haber engendrado.
Mientras los finos labios de la joven mujer se mixturaban con el rojo líquido, su tibio aliento se mezcló con el calor de ésa sangre recién  derramada.
Al amanecer los ojos de la mujer se abrieron a la luz del sol lentamente.  Sobresaltada al ver la sangre sobre su pelo y almohada, creyó que había salido de su boca, y tomó con desesperación la dorada campanilla de su mesa de noche...
 

viernes, 21 de enero de 2011

Tormento en la tormenta.


Las agujas del reloj que colgaba de la pared que se encontraba frente a mí, marcaban las veintitrés y cincuenta, tan solo faltaban diez minutos para que llegara la media noche de aquella noche de frío polar, y yo, aún daba vueltas entre las sábanas intentando conciliar el ansiado sueño.
Estaba sola en casa, mis padres tenían previsto regresar esa mañana, debido a la fuerte tormenta decidieron esperar a que el clima  mejorara, no se preocupaban, yo ya no era una niña, aunque desde pequeña la soledad nunca fue para mi buena compañía.
Esperando que el sueño por fin llegara a mí, contemplaba como agonizaba el fuego de   los leños de la estufa, entre las grises cenizas, que intentando sobrevivir, desprendían  las últimas llamas,  provocando fogonazos intermitentes que dibujaban en las blancas paredes de mi habitación figuras deformes mezcladas con sombras que se mostraban algo macabras,  aunque las incandescentes brasas eran el único consuelo de luz que aquella noche tenía.
Entre las sábanas de seda y mantas de lana buscaba entibiar mi cuerpo, mientras las gélidas manos del frío se entrometían  atrevidamente en mi lecho provocándome una sensación escalofriante que ahuyentaba mi posible reposo.
Aunque, no era el frío lo que en verdad me inquietaba, era aquel lamento, por momentos intenso, luego débil,  pero constante, que me atormentaba, lamento que expandía ecos lastimeros que provenían de la furiosa garganta del viento.
Me cubrí con la sábana y las mantas, me acurruqué, intentando ocultarme, mientras afuera las uñas deformes del incontrolable viento humedecidas por la intensa lluvia desgarraba toda existencia a su paso.
De pronto el sonido de un golpe me provocó un sobresalto, aquel fuerte sonido retumbó en mis oídos, no era en mi habitación sino fuera de ella, aunque a mi pesar, dentro de la casa aquel sonido me quitó la respiración.
En ese instante vinieron a mi mente los alarmantes rumores  que se corrían  en mi barrio acerca de  varios copamientos a casas vecinas, acompañados de brutales agresiones a sus  los moradores, y yo aquella noche, sin luz eléctrica, pues  la tormenta había afectado la iluminación en toda aquella zona, el sistema de alarmas no funcionaba, la comunicación telefónica tampoco y mi móvil estaba sin carga… presentía que sería la victima ideal aquella noche, un gemido, envuelto entre un estruendo sacudió mi trágica  conclusión.     
  
Me aferré fuertemente a las mantas, la desesperación  comenzó a apoderarse de mi cuerpo y mis pensamientos, hasta que comencé a sofocarme, talvez una sorpresiva claustrofobia me invadió y necesité respirar, mi refugio se transformó en una prisión que presionaba mi cuerpo, hice  a un lado las mantas y las sábanas, las cuales cayeron de forma desordenada sobre la alfombra marrón, estaba asustada, muy asustada, más  no debía esperar que la amenaza me encontrara indefensa. Fue entonces que recordé el arma.  Mis padres no estaban de acuerdo con tener un arma en casa, sólo cedieron a mi decisión debido a la gran inseguridad que vivíamos en el país.
Al salir de mi lecho, el frío castigó la piel de mi pecho y de mis brazos, que mi camisón de gasa no cubría, caminé entre la oscuridad hasta el placard de oscuro cedro en busca del deshabillé más abrigado que tenía, con manos temblorosas busque sentir la aterciopelada textura.
Abrigue mi cuerpo con la prenda amplia, muy larga, cuya textura se asemejaba a la piel del durazno de color marfil.
         
Luego di unos pasos hasta mi mesa de noche, entre el maquillaje y un perfume de orquídeas que se derramó casi totalmente al golpearlo debido a la oscuridad, mis manos sintieron el frío del metal, aferré con fuerza el arma y caminé hacia la puerta, intentando no escuchar la voz de mi tormento.
Abrí la puerta de mi cuarto la cual se comunicaba con la sala, lo hice con lentitud mientras apuntaba con el arma hacia el frente
 

lunes, 17 de enero de 2011

El planeta Fobos

Introducción.-



Fobos  tuvo en la Antigüedad Griega una importancia preponderante al ser hijo de uno de los principales Dioses del Olimpo, Ares.
Una de las Lunas del Planeta Marte fue designado con su nombre.
El titulo  de esta obra está íntimamente ligado a una de las más  desconcertante emociones, el miedo.
Planeta Fobos es la recopilación de tres cuentos realizados en diferentes momentos  de mi vida.

He intentado trasmitir en las siguientes historias la capacidad de ésta profunda emoción de movilizarnos desde lo probable, lo supuesto desde, lo que tal vez sea.
En las siguientes frases los personajes que son victimas de esta emoción, nos contarán que sienten cuando Fobos, el miedo,  se apodera de ellos.